Basta mirar el caso de Singapur que de manera consistente retiene puestos de vanguardia en el Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial.

Acceder a esas posiciones ha sido posible gracias a una infraestructura portuaria envidiable. Singularizada por la calidad y naturaleza amigable de los servicios logísticos, el cumplimiento en los plazos de entrega de mercancías, la eficiencia de los procedimientos aduanales.

¿Por qué para países como Costa Rica es vital aprender de esas exitosas experiencias y buenas prácticas?. Porque el comercio exterior tiene lugar mayoritariamente a través de nuestros puertos en el Caribe y el Pacífico. Lo que los convierte en el punto de conexión con la economía global y representan el bastión para potenciar encadenamientos productivos en función de un desarrollo económico holístico e integral.

En segundo lugar, el país no puede prescindir de la necesidad de una vinculación estratégica con la región más dinámica del mundo; mientras se pierden valiosas oportunidades en un entorno cada vez más interconectado y competitivo.

El puerto natural del país hacia Asia Pacífico, que es el puerto de Caldera, está en una etapa de “stand by”. Se quedó atrás, sin planes concretos de renovación, ni reactivación, y sin perfeccionamiento tecnológico.

Esto condena a Caldera, en consecuencia, a ser un puerto de enlace y no uno por el que Costa Rica pueda salir a la segunda frontera.