La tecnología no es mala, depende de la relación que se establezca con ella
Belén Colomina, psicóloga especializada en mindfulness para familias reflexiona sobre el tema. Se trata de la habilidad de «estar presente de una manera amable, sin que las tormentas emocionales ni el estrés nos afecten». Eso se puede aplicar a los niños, indica.
Desde los seis años, con los papás o un adulto de referencia los niños ya pueden practicarlo. Porque son ellos los que tienen que transmitir a los pequeños esas cualidades y las habilidades.
Aparte del carácter infantil hay un elemento que interfiere la tecnología que hace cada vez más difícil la concentración. El mindfulness nos ayuda a entrenar la atención y la concentración.
Las nuevas tecnologías dispersan la mente porque esta va de estímulo a estímulo y estos son muy reforzadores a corto plazo. Cada día están entrenando muchas horas el cerebro en la dispersión, saltando de pensamiento a pensamiento y de estímulo a estímulo.
Necesitamos más que nunca el entrenamiento contrario, de gestión de la atención sostenida, que vean una hoja en blanco y puedan esperar a escribir y a crear en ella, sin salir inmediatamente a buscar un estímulo externo en una pantalla.
Necesitamos educar a los niños en el uso de esa tecnología. La tecnología no es mala, todo depende de la relación que una persona establezca con ella. Si puede acarrear problemas de adicción, falta de concertación, no querer hacer actividades fuera de las tecnologías es cuando hay un problema. Tenemos que tener muy claro que hay que educarse para tener una relación saludable.