Digitalización no resulta inclusiva en América Latina y el Caribe
Si durante el último año has escuchado repetidamente la frase “Estás en mute” durante reuniones virtuales; probablemente estás dentro del grupo de personas para quienes la digitalización permite expandir sus opciones de vida. ¿Cuántos personas de América Latina y el Caribe no tienen la misma fortuna?
La mayoría de la población se encuentra lejos de tener las herramientas, conocimientos y oportunidades para hacer uso de la digitalización como motor para mejorar sus condiciones de vida.
En cuanto comenzó la pandemia, el acceso a tecnologías digitales se convirtió en uno de los determinantes más importantes del bienestar de las personas. El acceso a internet en los hogares es la principal herramienta con la que las personas han hecho frente a la misma. Les ha permitido continuar con algunas de sus actividades cotidianas, entre ellas trabajar, estudiar y socializar aun estando en aislamiento.
El problema es que, la posibilidad de continuar con estudios o actividades laborales de manera remota no es del todo factible. Un teléfono móvil solo tiene acceso a internet si paga por un servicio y eso cuesta una cantidad importante de dinero. De hecho, la contracción económica ha obligado a muchas personas a suspender su suscripción de telefonía celular.
Siguiendo con la posibilidad de realizar tareas remotas, el principal determinante es que tu hogar cuente con acceso a un servicio de banda ancha fija, aquí la heterogeneidad se vuelve cada vez más relevante.
En países como Chile y Costa Rica se reporta que más del 85% de los hogares tiene internet, pero en países como Bolivia y Guatemala este porcentaje no llega al 25%. Una vez con acceso a la red en casa, la posibilidad de realizar trabajo o estudios de manera remota requiere en su gran mayoría de una computadora. Ahí, el porcentaje de hogares que cuentan con una es todavía menor. La desigualdad entre países va de 65% y 68% en Argentina y Uruguay, a 17% en países como Honduras, El Salvador y 11% en Haití.